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lunes, 13 de diciembre de 2010

El enigma de la gran biblioteca de Córdoba



Alhaken II se dedico gran parte de su vida a cultivar el conocimiento, llegando incluso a escribir una " historia del Al Andalus". Dentro de ese sin fin de actividades culturales estaba su famosa biblioteca, que según las crónicas llego a tener mas de 400.000 volúmenes, una gran mayoría con anotaciones de su puño y letra en las que indicaba la procedencia del autor y una breve reseña de la obra.
    La biblioteca estaba ubicada en el Alcázar Califal y su dirección y conservación corría a cargo del eunuco Talid, para el que trabajaba un conjunto de funcionarios eruditos, así como copistas de entre los que destacaban dos mujeres, Fatima y Lubna. Asimismo había miniaturistas e iluminadores. El Califa tenia destacados copistas en la ciudad de Bagdad, para que le reprodujeran obras que para el mundo occidental eran desconocidas.
   El amor que sentía el monarca por los libros estaba mas que probado, el arabista Ribera nos habla que la producción librera anual en Córdoba era de 80.000 volúmenes. Su biblioteca tenía fama de contener 400.000 volúmenes. El islamólogo holandés Dozy (1820-1883) dice: «Sólo el catálogo de su biblioteca se componía de 44 cuadernos, y no contenía más que el título de los libros, y no su descripción...Y al-Hakam los había leído todos, y lo que es más, había anotado la mayor parte..."
    Hakam conocía mejor que nadie la historia literaria, así que sus notas han hecho siempre autoridad entre los sabios andaluces. Libros compuestos en Persia y en Siria le eran conocidos, muchas veces, antes que nadie los hubiera leído en el Oriente»
( ref Miguel Salcedo Hierro, La mezquita-Catedral de Córdoba).

    ¿Que fue de esta gran biblioteca, hasta cuando se transmitió,  que conservamos de ella, tenia mucho que envidiar a la famosa biblioteca de Alejandría?. Interesantes, sugestivos y enigmáticos interrogantes sobre un centro del saber creado en nuestro solar, aglutinador de las ciencias mas vanguardistas del momento.
Se sabe que Almanzor convoco a los intolerantes ulemas, que tanto le agobiaban en la gran biblioteca de Al-Hakam y les invito a que amontonaran en el suelo todas las obras que trataran de filosofía, astronomía y otras ciencia contrarias a los temas religiosos, que las hicieran acarrear al jardín y le metieran fuego. Esta debilidad ante los ortodoxos le permitió salvar su prestigio pero privo al mundo de maravillosas obras, únicas que jamas pudo volver a tener la humanidad.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Como era el alminar de Córdoba?

¿Como era el minarete de la mezquita cordobesa?
    Si realmente queremos hacernos una idea veraz de la imagen que presento, solo tenemos que trasladarnos a la "Puerta de Santa Catalina" que da acceso al Patio de los Naranjos de nuestra mezquita aljama. Allií en la misma portada podremos observar un bajo relieve en el que se representa el viejo alminar.  

    Esta constatado que los tres grandes minaretes almohades, entre los que se encuentra la Giralda, están hechos según el modelo de Córdoba. Ver estos minaretes es una buena manera de hacernos una idea, de como era el de Córdoba originalmente y antes de la reforma de Hernán Ruíz.        
    

domingo, 14 de noviembre de 2010

El enigma de las tumbas de los emires y califas cordobeses.


Los emires y califas de Córdoba fueron el punto de mira de las monarquías del mundo, parece difícil imaginar que los máximos representantes de esta dinastía no tuvieran un lugar especial para el deposito de sus restos mortales a la hora de enfrentarse a Alá. 
     Si bien sabemos la humildad del musulmán en el enterramiento, sin embargo también conocemos que personajes religiosos y relevantes sí están enterrados en mezquitas, a veces en tumbas de mucho lujo, como la del propio profeta Mahoma en Medina o las de los compañeros y los primeros imanes, que se encuentran en distintas mezquitas sagradas, como Kufa o Kerbela en Iraq, y que se convirtieron en lugares de peregrinación.
A Intramuros sólo podían ser enterrados los califas, miembros de la familia real y personajes de alto rango, que contaban con los privilegios necesarios para ello. Dichas sepulturas son las conocidas con el nombre de Rawdas o Rauda, panteones o mausoleos "reales" ubicados normalmente entre jardines (TORRES BALBÁS, 1957, 133).
     Todas las ciudades importantes solían poseer una, aunque arqueológicamente solo se conocen los ejemplos de la rawda de los sultanes en la Alhambra (Granada), descubierta en 1892 (TORRES BALBAS, 1981, 16) y el posible Panteón Real del cementerio de la ALMONIA (Valencia), con una cronología imprecisa del S. XI-XIII (PASCUAL, 1989,406).
     De Córdoba conocemos los datos aportados por los textos escritos que nombran a los califas y personajes enterrados junto a ellos en la Rawda al-Julafa, localizándola en el interior del Alcázar Califal. A pesar de haber realizado algunas excavaciones cercanas a la zona donde desde siempre se la situaba, esto es en el Palacio Episcopal y su entorno (CASTEJÓN, 1965, 229) contando con la noticia de un hallazgo de restos óseos en los sótanos de alguna de las casas de los alrededores, no se han obtenido resultados satisfactorios. 
    La propuesta mas plausible sobre su posible ubicación la describen MONTEJO, GARRIGUET y ZAMORANO (MONTEJO et alii, 1999, 169), basada en un pasaje de Ibn Hayyan reproducido por al-
Maqqari, en el cual se narra la venida de Ordoño IV a Córdoba: "Pasaron ante la puerta del Alcázar, y, al estar Ordoño, [por fuera], entre las puertas de la Azuda y de los jardines,preguntó por el lugar del enterramiento de al-Nasir li-din Allah [Abd al-Rahman 111 (912-961)l. Le indicaron el sitio que corresponde en el interior del Alcázar, en la Rauda, ocupa la tumba, y entonces Ordoño se quitó el gorro, se inclinó ante el lugar de la tumba, y oró, tras lo cual volvió a ponerse el gorro en la cabeza" (GARC~AG ÓMEZ, 1965,324). 
    Teniendo en cuenta la liofilización de las dos puertas citadas en el pasaje, la Rawda podría situarse entre la mitad occidental del Seminario y la calle Amador de los Ríos. Asimismo en una carta apócrifa del Emir Abd Allah, hijo de Muhammad a su nieto Abderraman III le dice cuanto sigue:
"cuando este escrito llegue a tus manos, amado hijo de mi llorado hijo, seras Emir de al Andalus. Delante de ti estará mi cadáver envuelto en blanca mortaja que desde los viejos tiempos del " Inmigrado" es sudario después de ser bandera de nuestro linaje y al lado cercano a mi cuerpo, ya frío estará esperando abierta en el cementerio de nuestros antepasados, la terrible fosa donde habrá de reposar durante siglos".
     Obviamente en esta carta apócrifa se hace mención a un enterramiento dinástico. Añadamos algo mas, en la misma carta se hace otra reflexión interesante, esta vez referente al asesinato de su hermano,  y ante la sumisión que tuvo que manifestar ante Umar Ben Hafsum y su gente, suplicarle cobardemente y entre lágrimas que le concediera permiso para transportar a Córdoba el cadáver de Al Mundi y así poder darle digna sepultura en el "Panteón de su familia".

    En otra crónica se señala que un día después de la muerte de Abderraman III, primer califa, con su séquito, el cortejo se puso en camino para llevarlo a enterrar en su panteón del Alcázar.

    A día de hoy y salvo que la arqueología cordobesa nos de una inmensa sorpresa, que a mi me conste, no tenemos ni un solo enterramiento de la época árabe, no ya de Califas, sino ni de los Emires, tampoco de los Reyes de Taifas, por tanto nos pasa un poco como con los Reyes Visgodos, que salvo excepciones no tenemos claro donde fueron enterrados.

    Al oeste de los baños califales, alrededor de los años 1977 - 1978, parece ser que se produjo un hallazgo curioso. En los alrededores de los baños califales debido a la construcción de alguno de los inmuebles que se encuentran por allí, apareció una estructura de planta central, llena de sepulturas de gran riqueza, con presencia de ataúdes con ornamentaciones en marfil. La calidad de los materiales aparecidos y su coincidencia con la "Rawda" o cementerio califal hizo suponer que se podría tratar de algún enterramiento de la familia califal o emiral, de ahí que todo aquello se ocultase por lo comprometido que pudiera resultar. Existe asimismo una rumorología referente a la ubicación de un gran hallazgo en el barrio de San Basilio, en las cercanías de las escalinatas que bajan desde el Campo Santo de los Mártires.

    Hay quien afirma que los mandatarios árabes de la ciudad de Córdoba, podían estar enterrados bajo el Alcázar musulmán, pero es preciso recordar que este era mayor que el actual (ver fotografía) y que actualmente coincide en gran parte con el Palacio Episcopal.

    A continuación abundamos un poco mas en este misterio añadiendo el articulo "Las tumbas de los Califas cordobeses" de Miguel Franco.
¿Donde están las tumbas de los emires y los califas que gobernaron nuestra ciudad, y gran parte de España, durante tres siglos?

En aquella época, la tradición era que los cementerios estuviesen extramuros de la ciudades, como también ocurría con los romanos. Solo los califas y los emires tenían el derecho a ser enterrados intramuros de la ciudad, en este caso Córdoba, en concreto en el recinto del Alcázar.
El cementerio de estos gobernantes se encontraba, según era costumbre, en una esquina de un jardín o “rawda” del Alcázar, donde eran enterrados a poca profundidad y sin alardes decorativos (una lapida o poco más). Vamos, que no existían grandes mausoleos o cosas por el estilo.

    Los arqueólogos lo suelen situar en el espacio que hoy ocupan los jardines del Campo de los Santos Mártires o jardines “de las Manos”, pero no hay unanimidad al respecto (Antonio Arjona piensa que está en el solar que ocupaba el Alcázar Viejo de la Judería).

    Cuando Córdoba fue conquistada por los cristianos, lo que quedaba de los edificios y solares que componían el Alcázar Andalusí, fueron repartidos entre diversas instituciones de la época. También se construyó, en la esquina sur occidental y a lomos de la muralla, un nuevo recinto que es hoy conocido como el Alcázar de los Reyes Cristianos, frente al cual se hizo una amplia explanada (actual jardín del Campo de los Santos Mártires).
  
    Los estudios arqueológicos que se han hecho sobre el Alcázar andalusí son escasos, y menos aun son los intentos por localizar la rawda. Quizá ya ni exista, por haber sido arrasada en épocas pretéritas.

De todas formas, llama la atención el desinterés que existe por desentrañar los misterios de un recinto monumental que fue tan importante en su época, aunque para finalizar añadamos el siguiente texto:
852, septiembre, 22, noche del miércoles al jueves. Muere el emir ‘Abd al-Rahman II y es enterrado en el panteón de los califas en el Alcázar de Córdoba
    "Muere el emir ‘Abd al-Rahmán (II), la vela del jueves a tres días pasados  y se enterró el jueves en la tumba de los califas en el Alcázar de Córdoba. Cerca de su tumba estaban enterrados sus hermanos, al-Mugira y Umaya. Rezó la oración fúnebre su hijo, el emir Muhammad ‘Abd al-Rahmán.
(Ibn Hayyan, Muqtabis edic. M. A. Makki, p. 158.)

sábado, 13 de noviembre de 2010

El enigma de Medina Al-Zahira, la ciudad de Almanzor















    
    Siempre hemos oido hablar del palacio de Medina Azahara, la ciudad palatina, pero hubo otro palacio de similares características encubierto en parte por la grandeza del anterior, hablo de Medina Al´Zahira. ¿Que sabemos de su ubicación, de su desaparición?.¿ Fue el centro de poder en su momento, mandado construir por Almanzor en los albores de la desmembración del califato?.
Adentrémonos en este enigma intentando aportar algunos datos que al menos esclarezcan un poco mas el misterio de este palacio singular. 
     Medina Alzahira, en árabe la "ciudad resplandeciente" fue una ciudad palatina construida por Almanzor en el siglo X en las cercanías de Córdoba, en la margen derecha del Guadalquivir. Su construcción se produjo entre 979 y 987. Almanzor abandonó Medina Azahara, se instaló en ella y la convirtió en el segundo centro administrativo y de poder del Califato, hasta que fue saqueada y destruida en abril de 1009.
     La ubicación de Medina Al Zahira se ignora (según el ensayo sobre Almanzor de Laura Bariani, Editorial Nerea, 2003). Pero se sabe que era una auténtica ciudad, cuyo nombre se traduce por "ciudad resplandeciente". Según este ensayo, la ubicación fue elegida de acuerdo con unos presagios que habían anunciado que la ciudad que se edificara en ese lugar, se convertiría en el centro de todo el poder, poder del que quedarían privados los Omeyas.
     Es posible que la imposibilidad de conocer su ubicación esté relacionado con que, apenas 30 años después de su edificación, fue completamente destruida por el Omeya Muhammad al Mahdi, que derrocó al califa Hisham y declaró la guerra civil. El Omeya comprendió bien que para deponer a Hisham había que poner fin a la dinastía de los amiries (la de Almanzor) y que para triunfar en el intento era preciso atacar su bastión geográfico y simbólico. 
    En febrero de 1009 "ordenó destruir la ciudad, derribar sus muros, arrancar sus puertas, desmantelar sus palacios y borrar sus trazas". Se barajan varias localizaciones, algunos hablan del barrio de Fidiana, otros en las inmediaciones del Carrefour Zahira, los mas en del Poligono de las Quemadas (haciendo referencia la toponimia al incendio de la destrucción). Incluso algún autor se atreve a presentar fotografías de los restos del palacio ubicado en el polígono industrial antes mencionado. 
    En realidad la ubicación exacta no se sabe con certeza, pero se presupone que estaba a las afueras de Córdoba,  hacia el este, aunque aun no se han encontrado nada mas que arrabales arqueológicos que llegaban hasta la zona del barrio de  Fátima. Las ultimas excavaciones en la avenida de Libia nos muestran hectáreas y hectáreas de restos arqueológicos de arrabales musulmanes que se dirigen hacia las zonas mencionadas anteriormente, algo que es bien significativo.
     Según algunos historiadores musulmanes de la época este palacio era aun mas grande y hermoso que Madinat al-Zahra. Otras opiniones son mas concretas y ubican los restos de este antiguo palacio en el Poligono industrial de las Quemadas donde actualmente se encuentra el centro de discapacitados "Proymer" . A los restos se pueden acceder desde un camino que sale desde la salida de la autovía hacia el mismo polígono industrial (enfrente de una nave de maquinaria). Por el camino se pueden observar restos de esta etapa de esplendor de la Península Ibérica como pueden ser aljibes, pozos y demás para el abastecimiento de agua, así como los cimientos. Estoy seguro que al igual que el antiguo anfiteatro romano, o el gran circo, se conseguirá finalmente localizar este extraordinario recinto, ese día sera grandioso porque recuperaremos del olvido una nueva joya de ese collar de perlas que es nuestra urbe...
    Otra posible localización del majestuoso palacio fue la zona del Arenal, en las cercanías de donde actualmente se instala la feria de Nuestra Señora de la Salud.
       Las almunias eran residencias campestres, a veces verdaderos palacios, situados a las afueras de la ciudad. No eran sólo grandes fincas de recreo rodeadas de extensos jardines bien irrigados, sino también importantes explotaciones agrícolas o ganaderas que producían cuantiosos beneficios al propietario. Una de las más antiguas de Córdoba era la almunia al-Rusafa, edificada por el emir Abd al-Rahman I (756-788) al norte de la capital. En ella, según las fuentes, se plantaron plantas exóticas y árboles traídos de Siria y otras regiones por los agentes del emir, entre ellos una palmera y unos granados que daban gruesos frutos, variedad que fue conocida desde entonces como granada rusafí, por proceder de la Rusafa siria, o granada safarí, en recuerdo de Safar, la persona que, al parecer, la introdujo en la provincia de Málaga. Esas nuevas especies, incluida dicha granada, se aclimataron en esta almunia y después se expandieron por la Península. 
     Otra almunia muy famosa fue la de al-Na‘ura o de la Noria, construida por el emir Abd Allah (888-912). Ésta fue ampliada y embellecida en el siglo X por Abd al-Rahman III, que la convirtió en su residencia preferida antes de construir Madinat al-Zahra’. Pertenecían a ella los restos encontrados por D. Félix Hernández en 1957 en el Cortijo del Alcaide y otros encontrados recientemente cerca de allí. Sus jardines estaban irrigados por el agua que una gran noria extraía del Guadalquivir. El mismo emir construyó la almunia al-Nasr o de la Victoria, situada asimismo junto al río. Toda la orilla estaba plantada de olivos y servía de paseo a los elegantes, según las fuentes: «siempre había gente paseando bajo las sombras de los árboles por la frescura del lugar». 
    Durri el Chico, el fatá o gran oficial de origen esclavo de al-Hakam II, construyó una almunia llamada al-Rumaniyya, que regaló luego al califa al-Hakam (en 973). Según los autores árabes, ésta había sido una «creación personal suya, su lugar de retiro y la inversión de todo su caudal». «Había llegado en ella al colmo de la perfección», era tan bella y bien dispuesta que el califa acudía allí con frecuencia. Poseía jardines bien regados y tierras de labor que reportaban al fatá pingües beneficios. Las ruinas de esta almunia fueron excavadas en 1910 por D. Ricardo Velázquez Bosco y destruidas más tarde por las obras de un cortijo. Ocupaba un área de 4 hectáreas a los pies de la Sierra de Córdoba, al oeste de Madinat al-Zahra’. Se niveló el terreno mediante terrazas y se situó en la más alta el edificio residencial, cuya estructura era más modesta pero similar al de Madinat al-Zahra’, y bajo ella una gran alberca de la que aún se conservan parte de los muros perimetrales.
     Otra almunia ha sido localizada en la finca de Turruñuelos, al noroeste de Córdoba, con nada menos que once hectáreas y media de extensión. 
     Las grandes mansiones del interior de la ciudad también poseían sus jardines, que hoy podemos imaginar gracias a un relato de Ibn Hazm en su obra titulada "El collar de la paloma". 

El patio de los naranjos

    La presencia de árboles en los patios de las mezquitas de Al Ándalus parece tener su origen en la propia mezquita mayor de la capital, Córdoba. Ibn Hayyan, el famoso cronista cordobés del siglo XI, dice que el introductor de esta costumbre fue un sirio llamado Sa‘sa‘ah ibn Sallam, imán de plegarias en Córdoba, ciudad donde murió hacia 796. Este imán opinaba, en contra de la opinión de otros alfaquíes, que era lícito plantar árboles en el patio de la mezquita. Por su parte, Ibn Attab, otro alfaquí cordobés de prestigio, se oponía a esa plantación por ser una novedad ilícita y defendía que era mejor cortarlos, pues de todas las grandes ciudades que él conocía, sólo en Siria las mezquitas tenían árboles. Respecto a sus frutos, si existían, debían ser el almuédano y el resto de los servidores de la mezquita quienes los recogieran. Otros alfaquíes, al contrario, reclamaban el derecho de todos los fieles a disfrutar de esos frutos porque éstos nacían de Dios. 
     En la Mezquita aljama de Córdoba se sabe de la existencia de palmeras en el patio poco después de la conquista de la ciudad. Hoy día, y gracias a plantaciones sucesivas a lo largo de los siglos, el patio cordobés posee una gran cantidad de naranjos, cipreses, cinamomos y palmeras. Aunque no se tengan documentados, lo probable es que, al menos tras la ampliación del patio por el califa Abd al-Rahman III (S. X), también se plantasen naranjos o limoneros, los árboles citados con más frecuencia en los patios de las mezquitas andalusíes. 
    En todo caso su número sería mucho menor que en la actualidad, porque hay que tener en cuenta que el patio era también un espacio destinado a la oración, sobre todo en la masiva congregación de fieles en la plegaria de los viernes a mediodía. No obstante, los autores árabes sólo hablan muy ocasionalmente de los árboles de las mezquitas. Jerónimo Münzer, el viajero alemán que recorre España hacia 1495, poco después de la conquista de Granada, describe los jardines del patio de algunas mezquitas andaluzas. Desconocemos su disposición, pero la mención por parte de Münzer de la palabra jardín hace sospechar que se trataba de algo más que de árboles plantados en un patio. De la mezquita mayor de Almería dice: En el centro de la mezquita mayor hay un amplio jardín plantado de limoneros y de otros árboles, enlosado de mármol, y en medio de él la fuente en donde los fieles se lavan antes de entrar al templo. Respecto a la que llama «vasta mezquita» de Sevilla, dice que su jardín estaba plantado de cidros, limoneros, naranjos, cipreses y palmeras; el de la aljama del Albaicín de Granada estaba plantado de limoneros. También tenían jardín las pequeñas mezquitas de barrio de Granada, como la de San José, que poseía un enorme olivo cargado de aceitunas. 
    Las mezquitas en uso en Argelia y Marruecos todavía tienen árboles plantados en sus patios. Las mezquitas, fuera de las horas canónicas de oración, eran lugares de descanso, meditación y oración para los ciudadanos, que podían frecuentar sus naves o su patio a cualquier hora del día. Se trataba del espacio público más importante de las ciudades islámicas y en ese sentido el jardín de las mezquitas se puede considerar también un jardín público abierto a todo el mundo, un jardín de refugio como el que cita el Corán Un jardín que quizá recordara aquél que recibirán los musulmanes en recompensa por su fe y sus buenas obras, el jardín del Paraíso, tal y como se podía leer en las inscripciones que decoran la macsura y el mihrab de la propia mezquita mayor cordobesa . ¡No temáis ni estéis tristes! ¡Regocijaos, más bien, por el Jardín que se os había prometido!
( © Instituto Cervantes (España), 2004-2010. 
     Veamos por ejemplo los naranjos, que desde finales del siglo XVI( hay algunos historiadores que opinan que los primeros naranjos del patio fueron traidos por los cruzados desde Jerusalen) dan nombre al recinto: suman hoy 96, organizados en tres cuadros, con sus alcorques circulares intercomunicados por acequias rectilíneas trazadas en el suelo empedrado, que en primavera inundan el patio con el desmesurado aroma del azahar. Entre los naranjos, esbeltos cipreses apuntan al cielo, mientras los penachos de las escasas palmeras, suavemente mecidos por la brisa, acentúan la nota de exotismo oriental. Se trata de un recinto cerrado de 130 metros de largo por 50 de ancho que está dividido en tres partes, cada una de ellas con un surtidor en el centro. Además, en el interior del Patio se sitúan la Fuente de Santa María o del Caño del Olivo y la Fuente del Cinamomo. En sus muros de cierre, pero por el exterior, se encuentran las fuentes del Caño Gordo y la de Santa Catalina, además del Arca del Agua. Bajo la zona correspondiente a la ampliación de Almanzor, se halla un gran aljibe cuya construcción se remonta al siglo X.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El enigma de las reliquias de los Santos Mártires de Córdoba

    El fenómeno del martirio resulta algo inexplicable, ya que es contrario a un instinto básico, primario y principal como es el de la supervivencia. No solo era cuestión de contrariar a la autoridad reinante, además se debía tener una capacidad de sufrimiento que en la actualidad parece incomprensible, para finalmente aceptar la muerte incuestionable. 
    Este fenómeno tuvo su momento en Córdoba, hasta tal punto que incluso los mismos cristianos llegaron a tacharlo como de aptitud de "soberbia"
     En abril del año 850 un sacerdote perteneciente a la iglesia de San Acisclo, llamado Perfecto fue acusado de proferir insultos contra Mahoma, fue condenado a muerte y decapitado. Este hecho dio lugar a una progresiva cadena de actos de exaltacion religiosa. Los árabes respondieron en primera instancia con blandura, pero ante la persistencia de los cristianos, al cabo de un año sufrieron martirio varios de ellos. 
    Abderraman ordeno la prisión del obispo de Córdoba Eulogio y continuaron los martirios mas crueles si cabe. Finalmente Eulogio fue degollado. 
    Según la tradición, las reliquias de los Mártires se conservan en la urna de plata custodiada en la parroquia de San Pedro. Restos recopilados durante generaciones y venerados por los vecinos de Córdoba, pero ¿realmente que encierra esa urna de plata?, los restos humanos existentes en ella, ¿a quien pertenecen?.
     A ciencia cierta, poco se sabe de estos Santos Mártires. Escasas noticias, transmitidas muchas veces de forma tradicional pero sin apoyadura documental, apenas son algunos detalles de las vidas y martirios de estos cristianos cordobeses. Sin embargo, se sabe con total seguridad, por la investigación llevada a cabo sobre dichas reliquias en 1997 y 1998 por los doctores Fernández Dueñas y Felipe Toledo, que en la urna hay restos humanos de dos épocas distanciadas por varios siglos, que perfectamente podrían corresponder al tiempo transcurrido entre las persecuciones romana y califal.
     Reproducimos a continuación el artículo sobre las reliquias de los Santos Mártires del que es autor el médico y académico cordobés Ángel Fernández Dueñas, y que aparece publicado en el Boletín de la Real Academia de Córdoba (año LXXXIII, número 146, Enero–Junio 2004, páginas 215–230). En el artículo, el autor expone algunas de sus conclusiones tras haber investigado sobre las Reliquias de los Santos Mártires. 
    Un día del mes de diciembre de 1997, don Manuel Nieto Cumplido, Canónigo Archivero de nuestra Santa Iglesia Catedral, me comentó el proyecto del Sr. Obispo D. Javier Martínez, referido a la apertura del Arca de los Santos Mártires, para proceder a un tratamiento de conservación, recuento y clasificación de las sagradas reliquias en aquella contenidas. A primeros de marzo del año siguiente, recibí el nombramiento de Perito Médico para tal menester, firmado por el Canciller–Secretario del obispado, don Felipe Tejederas (q.e.p.d.), citándome para el día cinco siguiente, en la Sala Capitular de la Catedral Mezquita, con el fin de proceder a la misión encomendada, una vez prestado juramento ante el Sr. Deán y Vicario Judicial de la Diócesis, don Alonso García Molano, en presencia del Sr. Delegado del Obispo, el referido Sr. Nieto y el Promotor de Justicia, don Juan Arias Gómez. A las cinco de la tarde del día señalado, nos reunimos junto al Sr. Obispo y los canónigos antes citados, algunos miembros más del Cabildo y el párroco de San Pedro, el carpintero, el cerrajero y los guardias de seguridad, además de los peritos médicos designados, el Dr. Toledo Ortiz y el que esto escribe. Tras haber jurado, todos los que intervendríamos en el proyecto, ejercer nuestras respectivas funciones con honestidad y celo, se procedió a la apertura del Arca, serrando su tapa superior, habida cuenta de la imposibilidad de abrir los candados que la aseguraban, por haberse perdido las llaves correspondientes, cosa nada extraña si recordamos que la última vez que se cerró la Urna fue el 4 de mayo de 1791. Una vez facilitado el acceso a su contenido, me cupo el honor de ir extrayendo los restos, al par que el Dr. Toledo iba colocándolos fuera. La impresión que tuve en aquellos momentos, fue la de estar introduciendo mis manos en las mismísimas entrañas de Córdoba; ellas, mis pobres manos, tocaban y tomaban aquellos restos sagrados de unos cordobeses que dieron su vida confesando a Cristo, unos, en los primeros siglos de nuestra Era y, los más, en los años centrales del siglo IX. Experiencia única, que forma parte de mis recuerdos más vívidos y entrañables. Durante dos meses y medio, las reliquias permanecieron sobre la misma Mesa Capitular, en tanto que el Dr. Toledo y yo, procedíamos, en nuestros ratos libres, a su clasificación y recuento. No quiero ni puedo dilatarme más en cada una de las circunstancias que vivimos solos y encerrados (situación necesaria y acordada con los guardias de seguridad), desarrollando nuestra interesante tarea. Por mi parte, desde que supe la misión que se me encomendaba, me puse a leer, de una forma tal vez desordenada, todo lo que pude encontrar de la extensísima bibliografía referente a los Santos Mártires de Córdoba; pensaba, infeliz de mí, que podría llegar, incluso, a su identificación, una vez conocidas las circunstancias de su martirio, sueño, en fin, que quizá se haya cumplido en un caso solamente. A partir de entonces, me propuse una línea de investigación más rigurosa, acudiendo a las prístinas fuentes escritas, que son, para los mártires mozárabes, las obras de San Eulogio y Álvaro Paulo, sin obviar las noticias que nos legaron aquellos escritores, cordobeses y foráneos, que, a lo largo de los siglos, se ocuparon del tema y que me abstengo de citar, por quedar reflejados en su mayoría, en las correspondientes notas a pie de página. Habiendo adquirido, creo, un aceptable conocimiento de los mártires cordobeses, de su vida y circunstancias de su muerte, acometo hoy, siquiera sea una aproximación, sobre la relación de los restos estudiados con los datos históricos que he podido recabar. No pretendo hacer una exposición exhaustiva porque excedería, en mucho, el limitado espacio de un artículo, aunque no renuncio a retomar el tema, más pausada y extensamente, en un futuro inmediato. Sí les prometo, que intentaré ceñirme siempre a posibilidades objetivas, a cuestiones compatibles con la verdad, a la luz de la historiografía y la razón, obviando explicaciones forzadas y, a veces, manipuladas por muchos autores. He de comenzar exponiendo pormenorizadamente, la relación de huesos que pudimos estudiar. De esta relación, quiero resaltar estos datos: 
     Pudimos contabilizar 450 piezas óseas de adulto, más un número considerablemente menor, perteneciente a niños, que merecerá una explicación, creo que convincente, más adelante.  Fijémonos, especialmente, en el número de cráneos (seis, completos; doce, absolutamente definidos, aunque incompletos y 80 trozos de bóveda craneal) y en el de fémures, derechos e izquierdos, por cuanto, basándome en dichas piezas óseas, he de construir mis deducciones. A este respecto y aunque sólo sea a vuelapluma, he de apuntar, que, por ejemplo, Martín de Roa afirma que existían en el Arca “...nueve cabezas casi enteras, muchas partes de otras, que, al parecer de los médicos, eran de otras nueve y huesos de otros 18 cuerpos, que según eran, entre sí, diferentes, no podían de ser de menos número y algunos quemados...”. Este mismo número, 18, es el que defiende Sánchez de Feria, aunque matiza que habrían que añadirse los restos de seis mártires más, tres hispanorromanos (Acisclo, Victoria y Zoilo), un hispano–godo (Agapito) y dos, mozárabes (Natalia y Félix), no tenidos en cuenta por autores anteriores. Una tercera teoría, defendida por otros, es la de considerar los “dieciocho clásicos”, más los seis hispano–romanos, de los que no podrían contabilizarse sus cabezas. Gran parte de estas afirmaciones choca frontalmente con mi investigación, como estoy seguro de poder demostrar. A Martín de Roa le puedo argüir, que ninguna pieza ósea excepto los cráneos alcanza el número de 18; las cifras más aproximadas, son 17 fémures derechos, 14 izquierdos y 12 húmeros y 11 coxales, también izquierdos. Y en cuanto al número total, baste recordar que, cada cuerpo humano, sin contabilizar las piezas craneanas, se compone de 178 huesos, cifra, que multiplicada por 18, significarían 3.204 piezas óseas, número muy superior a las 352, excluidos los cráneos, contabilizadas en nuestro estudio. Sé, por supuesto, que es absolutamente imposible que pudieran conservarse todos y cada uno de los huesos de los mártires que, tras diversos avatares, pudieron, al fin, recalar en la Basílica de los Tres Santos, hoy iglesia de San Pedro. Existen, al menos, tres causas comprobadas, que pueden explicar esto:
     La primera de ellas, hay que situarla en los primeros años del reinado de Mohamed I (853 y 854), cuando dos torvos personajes, el exceptor Gómez, cristiano apóstata y el conde de los cristianos, Servando, caído en la herejía al final de su vida, no se contentaban con abrumar a sus antiguos correligionarios con onerosos impuestos e innumerables vejaciones, sino que el segundo de los citados llegaría a exhumar algunos cadáveres de los mártires que se veneraban en distintas iglesias, para mostrar sus restos a los ministros del emir, mofándose de ellos. 
     Otra causa que influye en esta merma de reliquias se dio a raíz de su descubrimiento en la iglesia de San Pedro, el 26 de noviembre de 1575, cuando, quizá a causa del exaltado fervor que provocó un hallazgo tanto tiempo intentados, desapareció un número, nunca cuantificado, de huesos, incluido un cráneo que, tiempo después, sería devuelto y colocado en el Arca. 
    El tercer motivo hay que basarlo en la enorme veneración que suscitaban las reliquias de los mártires, a lo largo de toda la Edad Media, en todo el Occidente cristiano, que trajo como consecuencia el deseo de reyes, obispos y abades de monasterios, de poseer alguna de ellas y si, al principio, las más buscadas y deseadas fueron las de los hispano–romanos, sobre todo, Acisclo y Zoilo, después del siglo IX serían también las de los mozárabes. Córdoba, tierra de mártires, fue un punto especial de demanda, como se expondrá más adelante; por ahora, bástenos decir, que, en cierto grado, este fenómeno también influyó en el número de piezas óseas, que, en definitiva, quedaron en el Arca. 
     A estas tres circunstancias expuestas, había que añadir la pérdida de muchas de ellas a consecuencia de múltiples y dispares circunstancias que podemos suponer, y la desaparición de otras, constituidas por pequeños huesos, que irían deteriorándose a lo largo de los siglos, hasta originar su destrucción. A este respecto, he de comentar la gran cantidad de restos pulverizados, existentes en el fondo del Arca, que hubimos de recoger en unas bolsas al efecto y depositar dentro de aquella, antes de ser sellada. 
     Con respecto a los restos de niños, noticia esta no constatada en ninguna de las fuentes consultadas, tal vez para evitar supuestos escandalosos, pero escamoteo, al fin y al cabo de la verdad histórica, hemos de introducir ya su explicación, aunque en estos momentos haya de ser apresurada: En los monasterios dúplices existentes en nuestra sierra, con frecuencia recalaban familias enteras que, a veces, llevaban niños de la más tierna edad. Ello, lo podemos constatar en la Regla de San Fructuoso, Regula communis, en la que se dice: “Cuando alguno viniera con sus mujeres y sus hijos pequeños, menores de siete años, es voluntad de la Santa Regla común, que padres e hijos se pongan en manos del abad, para que él disponga, con toda solicitud, lo que debe observar cada uno. Teniendo compasión de estos niños tan tiernos, les permitirán que puedan ir del padre a la madre, cuando quieran…”. O sea, es natural que en los cementerios de estos centros de espiritualidad, fueran inhumados los cadáveres de los niños que morían y en dos de ellos, Peñamelaria y Cuteclara, recibieron enterramiento algunos mártires que, en algún momento y por diferentes causas, fueron trasladados a otros lugares. Es verosímil que, entre los restos de adultos, fueran incluidos, quizá, a veces, voluntariamente, algunos huesos de niños, lo que explica, de forma lógica, nuestro inesperado hallazgo.
     Expuestas estas consideraciones previas, vayamos al fondo de la cuestión, que quiero exponer de la forma más sucinta posible. Pero, primero, quiero detenerme en esta imagen, que reproduce el cuadro que pintara en 1870, Ángel María de Barcia, el más completo, sin duda, que se ha dedicado a los mártires cordobeses, conocido, sobre todo. Gracias a las reproducciones difundidas por la fototipia Hauser y Menet, muchas de las cuales las podemos encontrar en conventos e iglesias de nuestra ciudad, incluso en algunos domicilios particulares. En la parte superior del cuadro, vemos una alegoría de los Cielos, presidida por Jesús portando la cruz, símbolo de su martirio y la Virgen Maria y a ambos lados, los mártires de las persecuciones romanas. A la derecha, tras un ángel en pleno vuelo, los dos santos hermanos, Acisclo y Victoria y un poco más atrás, Fausto, Januario y Marcial. A la izquierda, inmediatamente, Lorenzo y su pan–illa simbólica I–I y más al extremo, Zoilo y sus 21 compañeros de martirio. Inmediatamente por debajo, los límites nebulosos de la sierra y la cinta plateada del río, se continúan con el alcázar del emir, la Mezquita y, finalmente, a la izquierda, una panorámica del barrio de la Ajerquía. A este lado del río, se sitúa una Torre de la Calahorra absolutamente figurativa, por cuanto no existía aún en el siglo IX. En la base del cuadro, aparecen los mártires mozárabes en número de 53, reunidos en la margen izquierda del Guadalquivir, en el sitio donde casi todos ellos fueron colgados tras su decapitación en las puertas del palacio emiral, que se encontraban, aproximadamente, en el lugar que hoy ocupa el Triunfo de San Rafael de la Puerta del Puente. En el centro de ellos, aparece Eulogio, primer e indiscutible historiador del movimiento martirial mozárabe y catalizador del mismo; el santo blande una espada manteniendo una actitud de arenga a sus compañeros de destino y, a ambos lados de los símbolos del martirio, la cimitarra y las palmas, aparecen todos los campeones de la fe, repartidos en diversos grupos, según fueron sacrificados. Su identificación, por supuesto, aproximada, la he intentado durante muchas horas y cuando ya estaba concluida, encontré en una reproducción de este cuadro, existente en la iglesia de San Francisco, otra casi idéntica que figura al pie de la litografía, sin que me haya sido posible, por cuestión de tiempo, hacer un pormenorizado cotejo con la realizada por mí. 
     En definitiva, los mártires cordobeses, reconocidos por la Iglesia, alcanzan el número de 57, que comprende seis hispano–romanos y 51 mozárabes. Yo, por mi parte, llego a contabilizar 89 –31 y 58, respectivamente a saber: 
     Entre los primeros, además de los seis, por todos aceptados, Acisclo, Victoria, Fausto, Januario, Marcial y Zoilo, habría que añadir los 21 compañeros de martirio de éste último, además de Lupo, Aurelia, Sandalio y Secundino, que suman los treinta y uno afirmados. En cuanto a los mártires mozárabes, además de los 48 sacrificados en la década de los años cincuenta del siglo IX, durante los reinados de Abderramán II (822–852) y Mohamed I (852–886), que constituyen el cuerpo fundamental de este trabajo, hay que incluir además, a Adolfo y Juan, martirizados en el año 825, y a Felicitas y Maria, decapitadas en el 860, los cuatro, víctimas de los dos emires citados; por fin, también hay que contabilizar a Dulce, Pelagio, Argentea, Vulfura y Eugenia, muertos bajo la égida de Abderramán III y a Ágata, de la que no puedo precisar la fecha de su martirio. Total. 
    Pero, centrándonos en el tema de las reliquias contenidas en el Arca, limitemos aún más la cuestión: En la lápida colocada en la fachada de la iglesia de San Pedro, figura una relación de los mártires, que, se asegura, están incluidos en la citada urna, cuestión en la que, en algunos casos, no puedo estar de acuerdo. Esta relación, que expongo, enumerada cronológicamente, es la siguiente: Acisclo, Victoria, Fausto, Januario, Marcial, Zoilo, Agapito, Perfecto, Sisenando, Pablo diácono, Teodomiro, Flora, Maria, Natalia, Félix seglar, Cristóbal, Leovigildo, Emila, Jeremías seglar, Rogelio, Servideo, Argimiro, Elías y Argentea. Refiriéndonos a Acisclo y Victoria, hemos de recordar que los restos del primero, se esparcieron por muchos lugares de España, hasta en seis ocasiones, a partir del año 688, hasta 1339. En lo que respecta a Victoria, sólo figura el traslado a Tolosa, en el año 810, de “la cabeza y otras reliquias”. Mucho más revelador resulta el caso de Zoilo, alguna de cuyas reliquias fueron llevadas en el año 630 a Medina Sidonia y en el 851 a Pamplona y, al fin, en 1070, lo que quedara de su cuerpo, sería trasladado a Carrión de los Condes. Sin embargo, a favor de su testimonial presencia en el Arca, a pesar de lo que diga Ambrosio de Morales hemos de decir, que en 1714, sería devuelta a Córdoba, “la canilla de un brazo”, atendiendo a la petición hecha 114 años antes desde Córdoba, donde se deseaba contar con alguna reliquia del santo. Aunque ésta fuera depositada, en principio, en la ermita de San Zoilo, tras la desaparición de ésta, pudiera haber sido agregada al Arca en alguna de las aperturas habidas, a lo largo del siglo XVIII. Los restos de Fausto, Januario y Marcial –verdaderos titulares de la Iglesia de los Tres Santos, hoy San Pedro– han de estar, por pura coherencia, en la sagrada Urna, pero ¿qué restos? Si recordamos su martirio, comprobamos que, tras serles amputados nariz, orejas y labio superior y extraídos los dientes, fueron quemados y los restos que quedaran, fueron pasto de los perros. Poco podría ser recuperado, obviamente. Agapito, aunque figura en la relación que comentamos, es seguro que no fue martirizado y muy dudoso, incluso, que fuera santo. Aunque así lo nombra Antonio de Yepes, Usuardo en su Martirologio, le trata de Venerable y Florez sólo hace mención de que “en Córdoba le veneraban como santo”. Pero, yendo al fondo de la cuestión que tratamos, es casi imposible que parte de sus restos estén en el Arca, pues su cuerpo entero fue trasladado, junto al de San Zoilo, a Carrión de los Condes. Exceptuando a Agapito, por las razones aducidas, concedamos, con todas las suspicacias legítimas y realizando una nueva profesión de fe, que, efectivamente, figuran en el Arca, restos, pocos, de Acisclo, Victoria, Fausto, Januario, Marcial y Zoilo. En cuanto a lo que respecta a los mártires mozárabes, poseemos muchos más elementos de juicio, para poder sentar nuestras conclusiones. La primera de ellas es la negativa a aceptar la presencia de Elías en el Arca, como afirma la aludida lápida de San Pedro, por cuanto este santo, muerto el17 de abril del año 856, junto a los monjes Pablo e Isidoro, tras ser decapitado, fue arrojado al Guadalquivir, desapareciendo su cuerpo, como sucedería también con sus compañeros de martirio. Intentemos un apretadísimo resumen de las circunstancias de la vida y muerte de los 48 mártires aludidos: De ellos, 22 fueron naturales de Córdoba; cuatro, de su provincia; seis, pertenecientes a la diócesis de Sevilla; tres, a la de Granada y uno, respectivamente, nacidos en Martos, Badajoz, Alcalá de Henares, Toledo, Portugal, Francia, Palestina y Siria, no constando el lugar de nacimiento de cuatro más. Todos, menos dos, residían en la propia ciudad o en los monasterios de la sierra y en lugares aledaños, como eremitas. Fueron 38 hombres y 10 mujeres de todas las edades, con evidente predominio de los jóvenes (27). De ellos, 35 fueron clérigos –sacerdotes, diáconos o monjes– y 12, seglares (desconociéndose el estado de uno, Salomón). Cuatro procedían de familia totalmente musulmana; cinco de matrimonios mixtos y tres más, antiguos cristianos islamizados, que volvieron al seno del cristianismo. Todos, excepto dos, Sancho y Argimiro, fueron decapitados, aunque fue dispar el destino de sus restos. Diecinueve mártires, después de degollados, fueron colgados y quemados, siendo esparcidas las cenizas de trece de ellos, en las aguas del Guadalquivir; de los seis restantes, pudieron rescatarse restos de dos, Cristóbal y Leovigildo y una parte de las cenizas de Émila, Jeremías seglar, Rogelio y Servideo. De los seis colgados y arrojados al río, sin ser quemados, sólo fueron recuperados los restos de dos, Rodrigo y Salomón. Uno, Argimiro, fue descolgado del patíbulo y enterrado por los cristianos por especial licencia del emir. Nueve más, tras su muerte, fueron directamente tirados al río, de donde fueron rescatados todos, excepto Amador. Por fin, doce fueron abandonados en el lugar de la ejecución, todos ellos recuperados, menos Abundio, del que San Eulogio en su Memorial de los Santos, dice que “se le expuso a las fieras para que lo devorasen”. Sólo de uno, Witesindo, se desconoce el destino de sus restos. Observamos que los que fueron quemados y arrojadas al río sus cenizas, lógicamente desaparecieron para siempre, lo mismo que sucedió con cuatro de los colgados y arrojados al Guadalquivir e idéntica suerte la que corrieron, uno de los nueve directamente sumergidos tras su decapitación y el único de los doce cuyos cuerpos fueron abandonados en el lugar del martirio. En total, de los 48 mártires mozárabes, 28 pudieron ser rescatados y 20, definitivamente se perdieron. Reduzcamos, ya, nuestra exposición, a los 24 rescatados, sin contar los cuatro representados en el Arca sólo por sus cenizas. Seis no pueden estar en ella por haber sido trasladados fuera de Córdoba, como es el caso de Aurelio y Jorge, llevados al monasterio de San Germán de los Prados, en París, en el año 858; y Félix monje (San Félix de Córdoba en los santorales, al que no hay que confundir con San Félix de Alcalá, mártir homónimo, un año después de aquéI), que también fue trasladado a Carrión de los Condes, junto a Zoilo y Agapito en el 1070 y, finalmente, Eulogio y Leocricia, llevados a Oviedo en el año 883. Un sexto mártir, Luis, fue extraído del Guadalquivir pocos días después de su muerte en el año 855, en Palma del Río, donde quedaron sus restos. Nos queda seguir el rastro de 18 mártires. De todos ellos existe constancia del destino de sus reliquias, que fueron repartidas por iglesias y monasterios de Córdoba. Las Basílicas de San Zoilo, San Acisclo, Tres Santos, San Cristóbal y los monasterios de Peñamelaria, San Ginés de Tercios, Santa Eulalia de Mérida, Cuteclara y Santos Cosme y Damián, fueron los lugares de veneración de estos mártires y de ellos, sólo recalarían en la cripta de San Pedro, según los diversos autores consultados, estos diez: Perfecto, Sisenando, Flora, Maria y Argimiro, procedentes de San Acisclo; Pablo diácono, Teodomiro, Cristóbal y Leovigildo, llevados de San Zoilo y Natalia, de Tres Santos. De los ocho restantes, sólo existe constancia de su primer enterramiento. Antes de seguir adelante, tratemos del caso de Argentea, incluida en la relación de la lápida y no estudiada, por pura razón cronológica, entre los 48 santos mozárabes ya tratados. Esta joven virgen y mártir, hija del caudillo muladí Omar ben Hafsum, degollada en el año 931, en el reinado de Abderramán III, aunque no figura en ningún santoral antiguo conocido, ni siquiera en el Calendario de Recemundo, escrito sólo 30 años después de su muerte, sí es verosímil que pueda estar entre las sagradas reliquias. Aprestémonos ya a extraer algunas conclusiones teniendo en cuenta, por un lado, el recuento de las reliquias existentes en el Arca y, de otro, las posibilidades que nos brindan los textos consultados. Concedamos que, además de restos de los seis mártires hispano–romanos y las cenizas de los cuatro mozárabes aludidos, también se encuentren en ella, los diez recién citados, además de Argentea. Se alcanzaría un número máximo de 21, tres menos de los especificados en la lápida de San Pedro. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo de las reliquias, me limitará a considerar los fémures y los cráneos hallados, para intentar determinar, sin intención de dogmatizar, quiénes pueden estar en el Arca. Como veíamos más atrás, existen 20 fémures derechos o restos de ellos identificables, 14 masculinos y seis femeninos y 21 izquierdos, 16 de hombre (uno, hispano–romano) y cinco de mujer. Luego, hay, al menos, seis mujeres, de las que, las cinco siguientes, sabemos que pueden figurar en el Arca. De Victoria, por las razones expuestas y otras, que se han obviado en aras de la brevedad, no pueden existir fémures. Tampoco de Flora y Maria, de las que, únicamente, consta la existencia de sus respectivas cabezas. Dos de estos huesos, sí pueden corresponder, en cambio, a Natalia y a Argentea. Luego nos faltarían cuatro mujeres por localizar. Basándonos también en el número de fémures, en los izquierdos en este caso, hay, al menos, 16 hombres, uno de ellos, hispano–romano. Ateniéndonos a los mozárabes –15– podemos atribuir un fémur, con toda seguridad, a Perfecto, Pablo diácono, Teodomiro y Argimiro, cuyos esqueletos pudieran haber estado completos, e incluso, también a Sisenando (a pesar de haber sido pasto de ratas y perros) ya Cristóbal y Leovigildo (quemados y parcialmente recuperados). Luego, todavía, sobran ocho fémures para atribuir a otros tantos varones. Tomando los cráneos como punto de referencia, hemos visto que existen seis completos y 12 “inequívocos” (macizo maxilar y base del cráneo), y 80 trozos de bóveda para completarlos más que cumplidamente. Total, 18 (seis de mujer y 12 de hombre), de los que, siete, pueden atribuirse a Perfecto, Pablo diácono, Teodomiro, Flora, Maria, Argimiro y Argentea, y tres más, a Sisenando, Cristóbal y Leovigildo, a pesar de los condicionamientos expuestos. Tendríamos diez adjudicados, pero nos faltarían ocho nombres más. Ante esta “ausencia” de mártires, hemos de plantear la siguiente hipótesis, fundada en los textos y tradiciones: Es probable, al parecer, que de la Basílica de los Santos Mártires, en 1275, fueran llevadas todas las reliquias reunidas, a San Pedro o, al menos, en algunos casos, directamente, desde las distintas iglesias en la que, originariamente, fueron enterradas. Esto, pudo suceder perfectamente, con las correspondientes a Gumersindo, Servodeo, Liliosa, Columba, Pomposa, Pedro monje, Rodrigo, Salomón y el cuerpo de Maria. Un total de cinco hombres y tres mujeres, número que nos permite responder a las deducciones planteadas: 1. Los cuatro fémures femeninos que faltaban, corresponderían a Liliosa, Columba, Pomposa y María. Se justifica así, perfectamente, el número de mujeres en el Arca. 2. De los ocho fémures izquierdos masculinos sobrantes, cinco podrían corresponder a Gumersindo, Servodeo, Pedro, Rodrigo y Salomón y aún sobrarían tres. 3. Es lógico y lícito asignar los ocho cráneos que restaban, a cada uno de los mártires últimamente relacionados, exceptuando a María, cuya cabeza ya figuraba en el Arca. Después de toda esta exposición, me atrevería a establecer cinco conclusiones a este estudio. Primera conclusión: En el Arca de los Santos Mártires, existen, no sólo los restos tradicionalmente aceptados, sino también todos los procedentes de las distintas iglesias de Córdoba. Segunda conclusión: El recuento de las mujeres mártires, es perfecto: En el Arca: Flora, Maria, Natalia, Liliosa, Columba, Pomposa y Argentea. Fuera de Córdoba: Leocricia (en Oviedo). Perdidas: Digna, Benilde y Áurea. Tercera conclusión: En cuanto a los varones: En el Arca: Perfecto, Sisenando, Pablo diácono, Teodomiro, Gumersindo, Servodeo, Pedro monje, Argimiro, Rodrigo, Salomón, Cristóbal y Leovigildo. Fuera de Córdoba: Aurelio y Jorge (en París), Félix seglar (en Carrión de los Condes), Luis (en Palma del Río), Eulogio (en Oviedo). Perdidos: Los quince ya conocidos. No se conoce su destino: Abundio y Witesindo. Cuarta conclusión: La relación de mártires, que figura en la lápida de San Pedro, no se ajusta totalmente a la verdad. – Incluye a Elías, que se da como desaparecido. – Cita a Agapito, que no fue mártir, y a Félix seglar, trasladado, como quedó dicho a Carrión de los Condes. – No cita a los mártires que estaban en las diversas iglesias; sólo, a los procedentes de San Acisclo, San Zoilo, uno de San Cristóbal y dos, de Tres Santos. Quinta conclusión: Basándome en el estudio de los restos hallados, puedo afirmar, que existen huesos de, al menos, 19 personas y cenizas de otras cuatro, correspondientes a 23 mártires mozárabes. Haciendo una tercera y última profesión de fe, habría que sumar a este número, los seis santos martirizados en época romana, todos decapitados, con lo que los restos, serían de 29 personas. Sin embargo, todavía faltan los nombres de tres varones más, dueños de los tres fémures izquierdos que nos quedaban por adjudicar, con lo que el número total de personas, cuyos restos reposan en el Arca, asciende a 32. ¿Pudiera corresponder a Zoilo, Agapito, Félix, a pesar de saber con certeza que fueron trasladados a Carrión de los Condes en 1070? No lo creo, por las razones expuestas y alguna más, en la que no puedo ahora extenderme. ¿Deberíamos atribuirlos a los protomártires mozárabes Adolfo y Juan, que sabemos, fueron inhumados en San Cipriano, y a Vulfura, compañero de martirio de Argentea, enterrado en “cementerio desconocido? No existe referencia alguna al respecto y su aceptación, sin más, sería un absurdo intento de cuadrar el círculo... En definitiva, al terminar de escribir este trabajo, fruto de muchas horas de satisfecha dedicación, sólo puedo terminar diciendo de los restos humanos que encierra el Arca de los Santos Mártires, incluidos los de los niños, que no son todos los que están ni están todos los que son.

domingo, 7 de noviembre de 2010

El enigma de San Rafael

    Nuestra hermosa ciudad esta impregnada por imágenes de San Rafael, son muchos los rincones de nuestra urbe los que esconden a este notable Arcángel, muchos cordobeses creen que el Arcángel San Rafael es el patrono de Córdoba, cuando realmente son los mártires Acisclo y Victoria. San Rafael es el custodio de Córdoba desde que en la Edad Media se atribuyó a su protección contra una epidemia de peste, tras varias apariciones a un fraile llamado Padre Roelas. San Rafael (hebreo: רָפָאֵל, Rāp̄āʾēl) es uno de los tres arcángeles conocidos por nombre dentro de la tradición católica, dado que la referencia al personaje se da dentro del libro de Tobias ó Tobit , los otros dos arcángeles son Miguel y Gabriel. 
     El nombre proviene del hebreo רפאל: Rafa-El, que significa ‘el Dios El ha sanado’ o ‘¡sana, El!’ o ‘medicina de El’ . Actualmente la palabra hebrea equivalente a médico es rofe, conectado con la misma raíz de Rafa-El. En árabe es llamado اسرافيل Israfil.
     Otro milagro atribuido al Arcángel es la intervención en el hallazgo de las reliquias de los Santos Mártires cordobeses cuya urna se conserva en la Basílica Menor de San Pedro de la capital. En unas obras de restauración en noviembre de 1575 se descubren las reliquias de un grupo numerosísimo de mártires de las persecuciones romanas y mozárabes, agrupadas en una "fosa común". Según el testimonio del Padre Roelas, el mismo Arcángel San Rafael autentificó esas reliquias afirmando el origen martirial de los restos encontrados. Posteriormente el Concilio Provincial de Toledo del 22 de enero de 1583 declararon auténticos esos mismos restos.
     En definitiva, nuestro San Rafael tiene su origen en la ciudad de Córdoba a consecuencia de una epidemia de peste bubónica procedente de Sevilla ( por ello la mayoría de las estatuas de San Rafael existentes en nuestro casco miran hacia la ciudad hispalense), se recurrió a este santo y no a otro porque era el adecuado, llamemosle el competente, la medicina de Dios contra la peste que asolaba la ciudad Probablemente el padre Roelas jamas supo la influencia que origino con esta decisión en el pueblo cordobes. Este es el origen y no otro del San Rafael en Córdoba.

martes, 2 de noviembre de 2010

La melancolia de Abderraman III

El primer califa omeya de Córdoba sufrió durante los últimos meses de su vida una enfermedad psíquica llamada “melancolía involutiva” y los cronistas de la época relatan cómo Abderramán III era prácticamente incapaz de hablar sin llorar. 
    Estando en este apesadumbrado estado realizó un balance de su vida y escribió: “He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz (…). En esta situación, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce”. Ni uno más, ni uno menos.

El aguila de Abderraman III.

    Según Ibn Hayyan, en la Crónica del califa Abdarrahman III an-Nasir entre los años 912 y 942 -traducción de Mª Jesús Viguera y Federico Corriente (pp. 250-251, Zaragoza, 1981), se relata lo siguiente: ” El 1 de mayo de 934 (An-Nasir, es decir, el califa Abderramán III) para mayor vistosidad… multiplicó las formidables, hermosas y valiosas insignias de peregrinas clases en banderas y estandartes, apareciendo en esta ocasión entre sus banderas el águila, que había inventado, pues ningún sultán la tuvo antes…“. 
    En el sudario o mortaja de este mismo rey arrebatado en la batalla de Alhandega, aparece curiosamente un estandarte como este anteriormente citado, lo que nos indica que realmente estamos ante una de las primeras banderas o estandartes que los ejércitos andaluces portaron en sus guerras contra los francos; un pendón verde con un águila en el centro como uno de los primeros elementos identificativos de la soberanía andalusí.

jueves, 14 de octubre de 2010

La necropolis Ibera de Córdoba

    


    No son muchas las personas que conocen que la antigua corduba no se ubica exactamente en el lugar que lo hace nuestro casco histórico, es mas aun deben pasar muchos años para que esta iguale el tiempo de existencia que tuvo aquella. 
    Sabemos que la ciudad romana se fundo aproximadamente en el 154 a.c. por el general Claudio Marcelo, pero antes de esta fundación ya existía desde hacia mucho tiempo Córdoba, no muy lejos de allí, mas a poniente, separada de esta por un arroyo y unas hectáreas de tierra, en lo que actualmente conocemos como parque Cruz Conde, arqueológicamente hablando " la colina de los Quemados".
     Existió así pues en nuestro solar una " Dipolis o Diapolis", doble ciudad, la primera ocuparía zonalmente  lo que actualmente es nuestro casco histórico, donde habitaron la población romana y otra en esta Colina de los Quemados, ocupada por la población autóctona, nativa que estaban antes de la llegada de los latinos, que bien podíamos denominarlos como Iberos. Esta ciudad, poblado o como queramos designarlo parece que no compartió vivencias con la ciudad romana hasta un periodo muy posterior.
             Nuestra comunidad Ibera que durante muchos siglos, según se desprende de la estratigrafia hizo vida en esta ubicación, tenia unas formas de construcción sistematizadas y unas distribuciones simbólicas propias de su civilización.
     Los Iberos siempre solían crear una ciudadela donde practicaban su vida cotidiana, esta se desarrollaba normalmente en las cercanías de un río, arroyo...etc. En este caso esta claro que el río era el Guadalquivir, que en esa época debió denominarse "Tartesos o Certir", pues bien en la configuración urbanística  de esta civilización estaba asentada la idea de que una parte de la orilla del mismo se correspondía con la " Ciudad de los Vivos" y la otra con la de los muertos
    Los Iberos concebían el río como el transito desde la ciudad de los vivos a la ciudad de los muertos, que en el caso que nos ocupa y por puro racionamiento geográfico debería estar al otro lado del viejo río, o lo que es lo mismo en las proximidades de la "Alameda del Obispo, la Torrecilla, Cordel de Ecija...". 

    Este hallazgo arqueológico aun no se ha producido y baste recordar que esta cultura solía enterrarse en la mayoría de las ocasiones con todo el ajuar, recordemos las falcatas ibéricas inutilizadas observables en el museo arqueológico. 
    Probablemente si se produjera el hallazgo de esta necrópolis, sin lugar a dudas se trataría  de uno de los mas importantes descubrimientos arqueológicos del S. XX y SXXI, dada la importancia y dimensión de esta ciudadela cordobesa.

Miguel Cervantes Saavedra, su origen cordobes y converso.




Segun A. Medina Molera el origen del literato universal no solo es converso, tambien Cordobes, leamos el siguente articulo en el que se dan las claves para haber llegado a esta conclusion.


Miguel de Cervantes dice ser cordobés y andaluz: en 1593, se declara vecino de la villa de Madrid y natural de Córdoba. No se trataba de un acta de bautismo como la de Alcalá de Henares; nunca sabremos si para Cervantes aquella ciudad de nombre encastillado, supuso realmente alguna referencia significativa. Con dicho testimonio, Cervantes muestra que todavía en el siglo XVI y XVII, se es capaz de diferenciar el lugar de nacimiento del verdadero lugar de origen familiar por genealogía y por sentimiento, en consonancia con su herencia cultural andalusí.” La alcurnia y cepa de Cervantes tiene su origen en conversos cordobeses y granadinos, según los irrefutables documentos cervantinos del Archivo de Protocolos de la ciudad de Córdoba, dados a conocer por el historiador y biógrafo cervantino José de la Torre y el Cerro (1923-1925), quien suministró junto con Alonso Cortés a Francisco Rodríguez Marín, los nuevos documentos cervantinos hasta entonces inéditos.’` Esta genealogía y la autenticidad de los documentos cervantinos citados, están confirmados por los más reconocidos biógrafos cervantistas, entre ellos citamos a Luis Astrana Marín (1948-I 958, 1996), Américo Castro (1925-1972), FranÇoise Zmantar (1980), Rosa Rossi (1988), Jean Canavaggio (1958-1997), Martín de Riquer (1967-1997), Marthe Robert (1963-1996), Fernando Arrabal (1996), Luis Combet (1980), Arsemo Escolar (1997), Franco Meregalli (1997), Angelina Costa Palacios (1997), Alberto Sánchez (1997), Krzysztof Sliwa (1997), Daniel Eisenberg (1997),5° Manuel Andrino (1997), 54 Antonio Cruz Casado (2000),5= entre muchos otros.” Una de las ramas moriscas de los Cervantes asentados en Córdoba era originaria de Granada. Familia de artistas, músicos y cantores, que habían sufrido en directo las consecuencias de la paulatina conquista de aquel reducto de soberanía andaluza que era el emirato Nasrí, así como la obligada conversión cristiana; viéndose forzados a cambiar de lugar y vida por desenvolverse con mucha dificultad tras la conquista cristiana de estos territorios.

Esta rama de los Cervantes había contemplado la pena infinita del jardín granadino con sus fuentes cegadas. Habían presenciado el desgarro humano y la ruina que provocó la conquista de la ciudad, ensanchando su penumbra con una tristeza del tamaño del universo… Eran recién conversos a la fe de Cristo y tuvieron que improvisar y tejer un laberinto de supervivencias veladas; aprender de forma más que acelerada que todos los caminos conducían exclusivamente a Roma y… poco más. Álvaro de Cervantes hizo oposición a maestro de canto en la Mezquita-catedral de Córdoba, ganando la plaza se traslada con su familia a dicha ciudad. Muchos de los avatares de la familia de Cervantes están muy bien documentados en el Archivo de Protocolos de Córdoba a lo largo de más de cien años. Durante los siglos XVI y XVII, abundan en esta ciudad los apellidos Cervantes y Saavedra en diferentes ramas de cristianos nuevos. La ascendencia cordobesa de Miguel de Cervantes podemos establecerla desde su tatarabuelo hasta nuestro autor. Escribe Rodríguez Marín: ¿No es verdad que… sobre ser cordobés Miguel de Cervantes por la ley étnica de su linaje paterno, lo fue asimismo por la levadura cordobesa que dejaron en su alma los primeros años de su vida?.” Cruz Casado ha encontrado en el Quijote expresiones características del lenguaje cordobés del Siglo de Oro. En esta obra también se alude al Caño de Becinguerra y especialmente a la Posada del Potro, por entonces uno de los más famosos lugares de la picaresca andaluza. De hecho, fueron fabricantes de agujas de este lugar los que mantearon a Sancho Panza en uno de los capítulos del Quijote. También Arsenio Escolar dice: La familia fue muy trashumante, y en aquellos años los conversos cambiaban mucho de domicilio para borrar pistas de su pasado y más fácilmente poder buscarse la vida.

El tatarabuelo de Miguel de Cervantes se llamó Pedro Díaz de Cervantes y debió nacer en Córdoba a principios del siglo XV. El bisabuelo de nuestro gran maestro de la literatura, Rodrigo de Cervantes, fue pañero en el barrio de la Plaza del Potro y había nacido en Córdoba hacia 1435, axarquía y morería con mayoría de mudéjares, refugiados moriscos y conversos en general, que también por entonces fue el centro artesano y comercial de la ciudad; lugar donde Cervantes vivió parte de su infancia que evoca en el Quijote (I, 17). Como en muchas familias de conversos, tuvo también algunos parientes que dedicaron sus servicios a la Inquisición en Córdoba, como más adelante tendremos ocasión de comprobar. En 1474, vivía en Córdoba Rui Fernández de Cervantes, que estuvo casado con Catalina Martínez y eran vecinos de la parroquia de San Nicolás de la Villa, padres de Rodrigo de Cervantes quien fue a su vez bisabuelo del autor del Quijote. El bachiller Rodrigo de Cervantes casó con Catalina de Cabrera, de alcurnia desconocida, lo que era tanto como decir de casta de cristianos nuevos; dado el rigor, claridad e interés por mostrar en aquella época la limpieza de sangre si se era de casta cristiano vieja. El bachiller Rodrigo de Cervantes era además trapero de profesión, es decir, comerciante en paños y telas, ocupación propia en Córdoba de conversos de origen musulmán. También en los hábitos inquisitoriales el bisabuelo de Cervantes pierde los autos contra Catalina de Palma, cristiana nueva que había sido arrestada como sospechosa de herejía, según consta en el mismo documento cervantino. Juan de Cervantes, hijo de Rodrigo y abuelo de nuestro autor, contrae matrimonio con Leonor de Torreblanca, para así más abundar en las tradición heterodoxa familiar mal disimulada o imposible de ocultar. Numerosas son las familias de apellido Torreblanca naturales de Córdoba durante los siglos XV XVI y XVII, pero de linaje y solar cristiano viejo conocido, sólo había una: la que tuvo por tronco en Andalucía a Fernando y Andrés de Torreblanca, los únicos de origen navarro que sirvieron a los reyes Juan II y Enrique IV siendo Fernando nombrado alcaide de Cabra. El resto de las familias de apellido Torreblanca, fueron conversos musulmanes y judíos apadrinados y apellidados por esta familia navarra, según era costumbre general entre la mayoría de los bautizados conversos, sobre todo en los señoríos. El hecho de que el cronista e historiador local del siglo XVII, Andrés Morales Padilla, no mencione en su Historia de Córdoba a Leonor de Torreblanca, abuela de Cervantes como hija de Andrés de Torreblanca, que era el único heredero con solar y linaje, es, sin duda, una prueba más del carácter cristiano nuevo que tuvo igualmente esta rama familiar; sobre todo, si tenemos en cuenta, como ya venimos señalando, la importancia que en la época gozaron los abolengos. Otro suceso familiar a tener en cuenta fue que, ya en 1473, presenció Rodrigo Díaz de Cervantes “los sangrientos sucesos, alborotos, crímenes, saqueos e incendios del populacho contra los conversos, de los que fue la primera víctima un Torreblanca. La familia de Cervantes va a vivir muy ajustada a la situación general de las generaciones de conversos o cristianos nuevos, a pesar de sus múltiples intentos de camuflaje. No fue una mera suma de casualidades. Propósitos edificados durante largo tiempo para mejor encubrirse por terror a la Inquisición, se revelaron de pronto inservibles o absurdos; briznas familiares de una experiencia tan dura, van a constituir claves destacadas de la brusca aventura que supuso la vida y obra de nuestro autor. Otro estudioso, Rodolfo Gil Benumeya, insiste en el indiscutible origen converso cordobés de la familia de Miguel de Cervantes Saavedra: Encontramos documentos sobre muchos familiares de don Miguel, de la rama paterna, todos cordobeses, su abuelo, el licenciado Juan Cervantes y su padre Rodrigo de Cervantes, que a pesar del azar de sus sucesivas residencias por toda España, nunca perdió el contacto con su cuna cordobesa donde vivió de 1553 a 1563, en el barrio de la plaza del Potro.” Sobre estos aspectos genealógicos están de acuerdo hasta los biógrafos e investigadores más academicistas y oficialistas del cervantismo, ratificándolos con la actualización de su obra biográfica sobre Cervantes Jean Canavaggio (1997), Luis Astrana Marín (1996), Alberto Sánchez (1997), o Fernando Arrabal (1996), entre otros muchos, aunque una parte de sus biógrafos más recientes dan esta cuestión por algo tan totalmente asumido que ya tan siquiera la plantean.”‘ Como va a demostrar con su propia genealogía familiar el mismo Cervantes, ni para vivir ni para escribir sirve de mucho un exceso de cálculo, mas bien conviene, como sugiere Nietzsche, andar un poco desprevenidos.

Rodrigo de Cervantes, padre de nuestro autor, vive obsesionado por ocultar su origen converso, cambiando en numerosas ocasiones de lugar de residencia, padeciendo en vida de irrealidad, que diría Borges. Como es sabido, su padre fue cirujano, lo que no significaba en aquella época nivel académico ni distinción social alguna: “pero lo de cirujano no hay que entenderlo en su sentido presente: era menos que un actual practicante, un simple encargado de amarrar huesos dislocados o rotos, de sajar granos y de dar sangrías -pero, además, en esta actividad había de competir con los barberos más baratos: “un real por dos sangrías”, dice a don Quijote cierto ganadero haber pagado por la curación de cierto pastorcillo suyo.” Llega incluso a verse forzado a desempeñar oficios al servicio de la Inquisición, igual que tuvieron que hacerlo su padre y otros familiares. Su estado de ánimo vino muchas veces a tal extremo que, muerto, no podría ser el fantasma que afirman algunos investigadores era ya entonces. El propio Miguel de Cervantes ratifica ese penoso estado, así como el servicio inquisitorial de su padre con la declaración que hace en Sevilla el 10 de junio de 1593, en este caso como argumento a su favor en el pleito que sostuvo el mesonero cordobés, Tomás Gutiérrez, con la Hermandad del Santísimo Sacramento del Sagrario, afirmando “ser hijo e nieto de personas que han sido familiares del Santo Oficio de Córdoba”. Era normal que los oficios inquisitoriales fueran ocupados por conversos, ya que era la mejor forma de probar la autenticidad de la conversión; además, al avenirse a ello, disponían de un mejor conocimiento de las causas y de los encausados. Para concluir esta búsqueda y genealogía familiar, hay un conocido pleito que tuvo el padre de Cervantes en la ciudad de Valladolid y que le costó la cárcel, por lo que de nuevo se vio obligado a trasladar su residencia para poder seguir de cerca el procedimiento judicial en sus trámites y apelaciones. Lo que trasluce que la familia de nuestro autor no tenía ganada ejecutoria de hidalguía, pues de haberla tenido le hubiera bastado a Rodrigo con exhibirla o citarla, justificando ser descendiente directo de quien la obtuvo para salir al punto de la prisión, sin más complicaciones. Otro dato más sobre esta probadísima familia de conversos, es el escaso uso que hizo su hermana Magdalena del apellido Cervantes, que solía cambiarlo por los de Pimentel o Sotomayor, y sólo en una ocasión y por comercio de paños consta que hiciera uso del apellido Cervantes.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El significado de la caida de Cordoba.


La caída de Córdoba supuso para la cristiandad un acontecimiento celebérrimo , todas las cortes europeas mandaron mensajes de felicitación al monarca castellano por la hazaña realizada , no fueron menos los reinos peninsulares y la Santa Sede , la cual había convertido la causa , prácticamente en una cruzada.

Desde este punto se focalizo la reconquista del resto del reino cordobes , para el mundo islamico la caída de la joya del Califa supuso una enorme perdida en todos los sentidos , económica y moralmente sobre todo , poco a poco la frontera con el moro fue bajando mas y mas al sur , progresivamente iba cayendo castillo tras castillo y los infieles en clara retirada , dirigían sus miradas hacia Granada.

Los campos conquistados que rodeaban a Córdoba eran reducidos e insignificantes en proporción a los excesivos pobladores cristianos que se establecieron en ella, aunque en un primer momento esto no fue asi , de aquí la necesidad de plantear una nueva acción bélica que sometiese el resto de la campiña . Esto es lo que Fernando III realizara personalmente desde finales de 1239 hasta marzo de 1241 . La población musulmana campiñesa fue hostigada por las frecuentes incursiones de los cristianos cordobeses , que con la caída de dicha ciudad habían perdido su capitalidad militar y económica y con la muerte de su rey Ibd - hud en 1238 su cabeza política (12) .

El resultado de todo ello fue la conquista de Almodovar , Luque , Lucena ,Santaella, Moratalla , Hornachuelos , Rute , Bella , Montoro , Aguilar , Benameji , Zambra, Baena y Zuheros, no solo la campiña sino también las subbeticas cordobesas , en suma la totalidad del reino (13).

LOS PACTOS EN LA CAMPIÑA

El gran avance en la recuperación del reino de Córdoba y la ganancia de sus mejores poblaciones lo va a llevar a buen fin Fernando III en compañía de sus hijos Alfonso y Fernando a partir del mes de febrero de 1240. Después de esta fecha y hasta el año siguiente en Marzo , el rey mantendrá su residencia en Córdoba , salvo cuando (14)

" Salie algunas veces en sus cavalgadas , et en sus conquistas fazer ".

Los moros de la campiña escarmentados y perdida toda esperanza de apoyo Almohade , prefirieron entregarse al Rey Castellano por pactos.

Como causas de este estado de desmoralización la situación de abandono de estas poblaciones por

" Correduras et mortandades que los cristianos avien fecho en los moros que moravan en ellos , et esto era ya luengo tiempo y el deseo de los musulmanes de permanecer en sus propiedades. Firmar los pactos era segun ellos seguir viviendo en paz y gozar de la protección del rey de Castilla " (15).

Dice la crónica general :

" Otro si gano desa vez estos logares que aqui seran nombrados , dellos que se le dieron por pleitesias : Quatro logares sennalados desde se nombran en la estoria del arzobispo D. Rodrigo , que fueron desa conquista , et son estos : Ecija , Amodouvar , Siete filla et los otros son estos : Santaella , Moratiella ; Fornachuelos , Mirabel , Fuente Tomiel , Çafra Pardal , Çafra Mogon , Rut , Bella Momntor , Auylar , Benmexit ; Zambra , ossuna , Baena , Cascalla , Marchena , Çueros , Çueret , Luc , Cot y Moron y otros muchos Castiellos que non sabemos sus nombres , que se le dieron a este Rey D. Fernando et que gano desa y da . "

En estas circunstancias se le entregaron al que después fue canonizado como santo, la mayoría de los castillos y villas de la campiña y del valle del Guadalquivir .

Estas conquistas se encuadran o son el resultado de una política de recuperación llevada a cabo por Fernando III contra el imperio Almohade aprovechando su decadencia. El exito de las Navas de Tolosa fue la llave que abrió el dominio cristiano en las tierras altas del Guadalquivir , y , con ellas todo el valle. Ambas circunstancias fueron sopesadas por el monarca , que en el año 1224 inicio sus incursiones andaluzas . En este año las tropas llegaron a Jaén . Al año siguiente , con un nutrido ejército compuesto por las huestes de los consejos de Segovia , Cuéllar , Sepúlveda y Avila , Fernando se dirigió a Baeza donde recibió el vasallaje del reyezuelo local, al Bayasi que se le unió a la campaña a partir de entonces. En el mes de junio , en torno a la festividad de San Juan, llegaron a Jaén y la sitiaron ,pero después de mas de veinte días tuvieron que desistir de su empeño. El ejército prosiguió por Martos , el castillo de Víboras y Alcaudete , y desde allí a Priego.

" Una villa fuerte y abondada e rica e muy sano lugar , e de muchas e buenas aguas , e pobrada muy bien et de recio alcázar " (16) .

Después de descansar dos días en sus cercanías , los castellanos emprendieron el asalto a su población , y lograron tomarla por la fuerza en un ataque en el que fueron aniquilados gran parte de sus habitantes ; los supervivientes se refugiaron en su fortaleza , y desde allí utilizando como valedor al reyezuelo de Baeza solicitaron tratar con Fernando III al que ofrecieron todo cuanto tenían en la fortaleza y además 80.000 maravedis de plata (17).

Los primeros avatares en la conquista de Cordoba.

La noche era húmeda , una brisa gelida hacia palidecer el rostro de aquel que no lo cubriera , apenas se diferenciaban bultos con una luna tan pobre , las alimañas bordeaban las murallas de la ajarquia , en busca de un desperdicio en los enormes basureros que a pesar de las ordenanzas de higiene , se extendían a extramuros ; la confabulación se había perpetrado , la codicia humana es ilimitada y si esta acompañada por la ingrata envidia aun mas. Aquello que fue el reino mas potente de occidente , en cuyo seno habían crecido las artes y la ciencia , florecido la filosofía , iba entrando progresivamente en su definitivo ocaso , todo ello debido a pequeñas intransigencias , discrepancias entre diminutos y particulares seres , incapaces de continuar creando , de sacrificar sus intereses por los de la colectividad. Algunos almogavares y adalides , llegados de Andujar habían conocido la desidia defensiva de la antigua y respetada ciudad de Córdoba , principalmente en la zona denominada de la Ajarquia , donde según un musulmán convertido al cristianismo, que conocía como la palma de su mano el entramado defensivo de las murallas de la ciudad cordobesa, no se prestaban las diligencias oportunas encaminadas a la vigilancia del recinto . Se trataba de una empresa demoníaca , no exenta de riesgo , pero estos mercenarios de frontera no se amedrentaban fácilmente , se habían forjado como el buen acero en innumerables batallas , templando su animo en diez mil escenarios de guerra , y jamas en todos los lances de sus vidas , se les había ofrecido la posibilidad de " valer mas " , de alcanzar la gloria , como esta expedición de guerra se lo ofrecía. La toma o reconquista de la ciudad de Córdoba supuso un importante Avance en la recuperación definitiva de los territorios sureños , que desde hacia varios siglos se encontraban en las manos del Islam . En 1236 era aun demasiado pronto para este suceso , en absoluto la cristiandad pretendía , o mejor dicho imaginaba poder recuperar la antigua capital del Califato , la fortuna y una serie de circunstancias hicieron posible este significativo hecho . Aquella urbe que lo había significado prácticamente todo en una época anterior , se había dejado arrastrar por una fitna(1) que la había mercado considerablemente . La lejanía del peligro cristiano no hacia suponer en modo alguno la posibilidad de un asedio y aun menos de la reconquista de la vieja Corduba . En cambio y gracias a las operaciones de guerra de unos temerarios héroes de frontera , el escenario cambio drásticamente , y aquello que se suponía imposible , resultaría ser factible . Estos hombres que perpretaron estos acontecimientos , la mayoría de ellos y gracias a las mercedes reales , obtendrían importantes privilegios por parte de la Monarquía , que cambiarían definitivamente sus vidas , asi como el panorama político , económico y social de la provincia de Córdoba . Los contactos habían sido los adecuados , aquellos moros traidores aseguraban la vulnerabilidad de ese flanco del paño de muralla , además la cerrada noche acompañaba ; Las escalas se lanzaron con certeza , los acontecimientos se iban desarrollando como estaba previsto . Domingo Muñoz dirigió a los atacantes una breve arenga " "Pues que aquí estamos que fagamos la señal de la Cruz et que nos acomendemos a Dios y a Sancta Maria et al apostol Sanctiago et que punemos de acabar esto porque aquí venimos en servicio de Dios ".(2) Benito de Baños y otros habían conseguido subir al bastión ataviados con indumentaria que no los distinguiese de los moros , y comprobaron como las narraciones del infiel traidor eran correctas , la guardia dormía plácidamente envuelta en sucios trapos para aliviar el frio , eran muchas varas de muralla para vigilar , con toda probabilidad el cabo de la guardia yacería en el lecho, inerte , como en el era costumbre desde hacia muchos años , debido a que la ciudad en ningún momento se sentía amenazada . El peligro de los cristianos era inconcebible , podían permitirse el lujo de descansar ,a fin de cuentas todo el mundo lo hacia a esas horas de la noche. Sin embargo de los cuatro moros que allí había , uno torno del adormecimiento y al girar sobre si y observar a los extraños , pregunto excitado ¿ que quienes eran y que querían ?, Baños y Colodro por ser profesionales de la frontera respondieron en arabe que eran jefes de la guardia y que inspeccionaban las velas ; todo fue rapidisimo , tal vez demasiado , como el fulgurante rayo los Almogavares se lanzaron contra el enemigo, gargantas arabes fueron cercenadas , la sangre fluyo espesa , su calor al contacto con la piel incluso resultaba ser agradable dado el frío , y su olor se enmascaraba con el hedor propio del ser humano , intensificado por el lodazal formado por el agua estancada a los pies de las murallas . Algunos consiguieron escapar despavoridos alertando al resto de los vigilantes ,pero la pequeña hueste cristiana excitada al sentirse victoriosa , encubierta por la terrible noche y la confusión de la sorpresa , se lleno de moral , y paulatinamente fue avanzando por el adarve de la muralla , conquistando a fuerza de bravura varas y varas del recinto amurallado , aunque no el principal si su collación mas importante como era la oriental. Bien pudo ser asi aquella inolvidable noche , el deseo , la ansiedad por destacar , hizo que un grupo de hombres aguerridos fueran apoderándose de metros y metros de muralla , franquearan el postigo y condujeran a los suyos al interior del recinto amurallado , al corazón de la ajarquia . A pesar de que la alegria les embriago ,consideraron oportuno enviar emisarios al rey (3). En una epoca que no correspondia valerosos guerreros se adentraron en el corazon del Islam, fueron tan simples los motivos de esta conquista, la desidia, la dejadez en la vigilancia de la ciudad que en su momento fue de las mas importantes de occidente. Parece una explicacion demasiado simple para un fenomeno que conmociono al mundo occidental y oriental, quizas fueran otros los motivos, mas transcendentales e importantes y que aun estan por descubrir. La excelsa Córdoba haba sido durante centenares de años la joya del Islam , por lo que su población aunque ahora en el segundo tercio del siglo XIII estaba en descenso , antaño registro un impresionante numero de habitantes; unos hablaban de 200.000, otros de 400.000 , los mas de 1000.000 de almas, mientras en el resto del solar peninsular , los núcleos no llegaban en sus mejores casos a los 40.000 habitantes. La ciudad creció desde que fue asimilada por el Islam de manera colosal . En un primer momento se instalo sobre la villa Romana , su perimetro amurallado solo cubría esta parte de la villa aproximadamente , con el tiempo las construcciones a extramuros se convirtieron en autenticas collaciones que transformaron la huerta y los antiguos cementerios en hacinamiento. Como consecuencia de la falta de espacio , por el progresivo aumento poblacional ,la expansión de la ciudad se desarrollo a extramuros , es decir fuera de la muralla . Cuando era importante el numero de casas construidas en este lugar , las autoridades disponían insertarlas en la misma proyectando una nueva cerca alrededor , que las asimilara dentro de la Urbe. Este grupo de temerarios cristianos había entrado por uno de estos chanibs , el mas oriental , sumamente poblado y separado del núcleo principal de la ciudad por una gran muralla y bastiones principales coincidentes con la calle que con el pasar del tiempo se denominaría San Fernando en honor al ilustre soberano conquistador. Durante toda la noche fueron bordeando la muralla mientras observaban como la población , aterrorizada se dirigía hacia el oeste de la villa , buscando las puertas de acceso a la mas noble parte de la metrópoli. Ellos se sentían fuertes veían el terror que causaban sus aceros , el griterio de la multitud aumentaba el rencor por todo lo pasado ,experimentando una sensación similar a la de una manada de lobos cuando ve que su presa tiene como unico recurso , correr , gritar , gemir de miedo, en este caso también se rezaba . Jamas estos almogavares habían visto una ciudad tan extensa , jamas había tenido que recorrer un adarve de muralla tan largo , jamas habían sentido tanto el peso de los siglos de ocupación , ahora estaban a punto de entrar en el corazón del Islam a través de la aorta del imperio , tenían la oportunidad de alcanzar la inmortalidad que otorga la realización de un hecho de similares características. Y ellos eran conscientes de la embergadura de la empresa , sabían de la importancia del momento. LA REACCIÓN CORDOBESA Las horas iban pasando , la perplejidad y el asombro recalaban en las autoridades de Córdoba , los datos que recibían eran imprecisos , inseguros , el aturdimiento hacia mella en este grupo de regidores que por el momento , al no saber el numero de asaltantes no podían tomar otra medida que no fuese la de cerrar las puertas de la Medina y dar refugio a la población de la collación o parte de la villa mas oriental. Con el nuevo dia los expedicionarios consiguieron llegar hasta la denominada puerta de Martos , situada al flanco sur , consiguieron abrirla entrando el resto de la expedición capitaneados por Pedro Ruiz Tafur , con los caballos que les habían transportado desde Andujar (4). Todo esto ocurría el 23 de diciembre de 1235 , pero realmente aquella conquista solo acababa de comenzar , los cordobeses recuperados del sobresalto inicial , comenzaron a organizar la defensa de la ciudad . Poco tardaron en descubrir que el numero de Cristianos era escaso , e inmediatamente proyectararon , desde la villa ataques hacia la ajarquia en donde estaban acantonados ; flechas , dardos , piedras , todo fue lícito mientras causara daño . Los cristianos perdida la euforia inicial ,observaron nítidamente que la situación empeoraba, era necesario solicitar ayuda inmediata . Sin perder tiempo envíaron una misiva a Don Ordoño Alvarez que reunió al punto a cuantos hombres pudo y con ellos se encamino hacia Córdoba, avisando al tiempo al Rey de la situación , el cual andaba por el reino de León (5). LA AYUDA DEL REY , EL ASEDIO . Fernando III no pudo casi creer lo que aquel fatigoso hombre le comunicaba , no era posible que la ciudad Califal estuviera sitiada por unos pocos de Almogavares ,su sueño podía cumplirse , ! oh cuantas veces el monarca había suspirado por las sedas de Córdoba , cuantas veces desde su tierna infancia había escuchado la grandeza de una ciudad universal , cuantas veces imagino que entraba elocuente , altivo , en un dia azul turquil , acompañado por su séquito en aquel vergel junto al antiguo Betis !, de inmediato , desoyendo a sus consejeros se puso en marcha , tenía que llegar cuanto antes , sus servidores y una gran empresa les esperaban , estaba en Benavente , tal vez a un trote - galope adecuado pudieran salvar la distancia a Córdoba en una docena de jornadas. Que importaba reventar algún que otro corcel , a cambio podían hacerse con los equinos de las famosas cuadras de la ciudad califal. Los acontecimientos proliferaban angustiosamente en el arrabal de la ciudad , el alimento comenzaba a faltar , el grupo de cristianos había decrecido a causa de algunas bajas producidas por las afiladas saetas que desde las mas altas murallas de la villa , habían alcanzado a algunos de estos hombres , sabían de la cercanía del monarca , aquello les animaba , pero a veces , sobre todo al amanecer se preguntaban si no era mejor escapar antes de que fuese del todo imposible salvar la vida. La incertidumbre no duro mucho , el Rey llego y su presencia lleno de felicidad y gozo a los cristianos que estaban en Córdoba en medio de tantas dificultades. De inmediato los consejeros y el propio Rey analizaron la situación , llegando a la conclusión siguiente: era necesario para que causase efecto el asedio cortar la via de salida que los moros tenían para su abastecimiento a través del puente antiguo que cruzaba el Guadalquivir ( 6). Asi se hizo , determino pasar el rio , por el cercano puente de Alcolea , a unos doce kilómetros al este de la capital , para acampar a la entrada del puente mayor , en la margen izquierda del rio , desde donde se podía divisar perfectamente la gran Mezquita , tantas veces nombrada y renombrada , de esta forma eliminaba cualquier ayuda que desde Ecija , distante a unos 50 kilómetros , pudiera venir en socorro de los Cordobeses. LA TRAMA DE DON LORENZO DE SUÁREZ Al monarca Ibn Hud le llego la noticia de los sucesos de Córdoba, al igual que el Rey Fernando ,apenas si podía imaginarse la narración recibida ¿ era un sueño o efectivamente una realidad ?. Cinco mil hombres a caballo y mas de treinta mil peones acerco a Córdoba para contrarrestar este intento de conquista , el caudillo no podía creer la misiva , al respecto de que las ordaz cristianas eran poco numerosas , por ello decidió enviar un espía adecuado para conseguir saber con certeza la veracidad del comunicado , ratificar el rumor .(7) Don Lorenzo Suárez a quien desde antaño y por diversos motivos separaba una terrible enemistad con el Rey Fernando seria el elegido , su misión clara y contundente , acercarse cautelosamente al enemigo asediante y valorar la magnitud de las tropas. Lorenzo pertenecía a la raza de los asaltantes , conocía perfectamente su lengua , en definitiva era el mas adecuado para tal labor. Don Lorenzo atenazado por su educación católica , y sintiéndose llamado por la cruz , decidió que era el momento de regresar con sus hermanos .Arribado al campamento militar enemigo , observo el pequeño numero de cristianos que circundaba la vieja ciudad ,la duda lo envolvió , por un lado toco a su puerta la llamada de la fe y el deseo de regresar con su gente , de recuperar su crédito , en cambio por el otro llamaba la fortuna y el prestigio que suponía dar la noticia al monarca Mahometano , comunicarle que no eran muchas las fuerzas Cristianas que asediaban la ilustre Córdoba . El caballero decididamente escogió la tranquilidad del espíritu , la ruptura con esa lucha atronadora consigo mismo. Lorenzo diose a conocer , solicitando audiencia a Fernando , el cual lo recibió con suma sorpresa y extrañeza . Una vez puesta en conocimiento la trama que se proyectaba , comunico asimismo al monarca Castellano un audaz plan que tenía concebido , consistente en engañar a Ibn Hud monarca Arabe , informándole que las tropas cristianas eran numerosisimas. El monarca lo felicito, considerando a bien aceptar el arrepentimiento del caballero Don Lorenzo , agradeciéndole la ayuda que le prestaba (8). Ibn Hud engañado por Suárez decidió no acercarse mas a Córdoba , por temor a que las numerosas ordaz Cristianas pudieran mellar su ejército , había caído en la trampa , dejando a los cordobeses a merced de sus enemigos. LA CAPITULACIÓN DE CÓRDOBA Poco antes del mes de Mayo , muy quebrantados los cordobeses por el cotidiano batallar y vencidos por el hambre , empezaron a tratar sobre la rendición de la ciudad , poniendo como condición que se les permitiera salir salvas las vidas y los bienes muebles que pudieran transportar. Fernando asentio , pero los cordobeses observando que los cristianos no se encontraban en muy buen estado , que les faltaba el alimento y que el período de servicio terminaba, decidieron no respetar lo acordado y aguantar a intramuros ; ante esto , los católicos trataron de fraguar un pacto con el caudillo de Jaén para la toma de Córdoba ,siendo entonces cuando la histórica urbe se entrego definitivamente por miedo a la venganza del monarca (9) . Mientras los Musulmanes Cordobeses se marchaban , cayéndose de hambre en catervas. Su príncipe Abu -i Hassan, entrego al rey castellano las llaves de la ciudad. Inmediatamente este dio gracias a Dios y mando que la enseña de la cruz precediese a la real y fuesen puestas en la muy alta torre de la Mezquita , para que manifiestamente pudiese ser vista por todos (10). Asi se hizo . Cuando la seña del Rey eterno acompañada de la de Don Fernando apareció por primera vez en aquella torre , lleno de confusión y llanto inenarrable a los moros y de gozo inefable a los cristianos. Aquel dia brillo feliz a los cuatro vientos para los cristianos en la fiesta dichosa de los apóstoles San Pedro y San Pablo. Lógicamente el primer paso , cargado de simbolismo fue la ocupación de la muralla de la Medina y el Alcázar. A la caída de la tarde , el canciller real , el Obispo de Osma y el Maestro Don Lope, con el que había subido la cruz a la torre, entraron en la Mezquita ,disponiendo lo necesario para transformarla en iglesia después de purificarla; santificaron el local con aspersíon de agua bendita , dedicándolo a Santa María (12) . Con alta intriga curioseaban todo lo que allí veían , cuando de repente un susurro , una gran inquietud y admiración se levanto por doquier , ¿ que eran aquellos bultos oscuros expuestos dentro del recinto templario ? ! Santo Dios omnipotente exclamaron admirados los que se encontraron en el interior de la mezquita , arremolinandose sobre lo que sin lugar a dudas eran las campanas de Santiago , las cuales Almanzor había arrancado a la cristiandad como humillación , trasladándolas a hombros cristianos desde Santiago hasta la gran mezquita . Tenían que ser devueltas a lo mas alto del templo dedicado al santo rápidamente . Aquel hecho no fue mas que la guinda del pastel , simbólicamente tuvo un gran impacto ,Dios estaba con ellos ,había sido una gran revelación , porque no , un milagro. El sueño se había cumplido , desde el conato de Alfonso VII un siglo atras , no había ondeado al viento desde lo alto del alminar de la gran Mezquita el estandarte de la cruz y de Castilla .Quien hubiera imaginado hacia algunos meses la caída del mas alto bastión del Islam en la península Ibérica , de la caída de aquella dama deseada desde siglos atras por los amoríos Cristianos . Lágrimas cayeron sobre las mejillas de los musulmanes , los cuales eran desgajados del arraigo de su linaje , que durante tantos años había vivido en Córdoba . Sollozos consternaban a la famélica población que partía hacia quien sabe donde. Por el contrario los triunfantes guerreros de Cristo gesticulaban alegremente y un nervioso sentir recorría sus cuerpos , sus nombres pasarían de generación en generación , su estirpe quedaría inmortalizada por este gesto audaz propio de héroes. Una inmensa y misteriosa metrópoli aparecía desierta , sin el bullicio y la algarabía del gentío ,por fin podrían ver las pupilas de los creyentes las tan descritas construcciones que hacían de Córdoba un enclave admirado y misterioso desde hacie siglos . Enormes y dignos edificios se entregaron al asombro de los fascinados conquistadores. La ciudad había mermado mucho , ya no era la que fue , pero aun en su solar se podían distinguir signos de grandeza que rememoraban el glorioso pasado. El alcázar majestuoso , nunca Castillo cristiano ostento tanta belleza y delicada decoración ,y los templos del infiel realmente estaban preparados para albergar a cualquier divinidad . El agua regaba jardines distribuidos edenicamente , flores de azahar contrarrestaban calles encharcadas , llenas de agua y suciedad , excrementos , animales secos se amontonaban en las desiertas calles , no habían quedado ni ratas que echarse a la boca. !Oh que sugestivas eran aquellas casas y plazas , cuanta vida debió de existir en un lugar como este !